martes, 1 de mayo de 2007

TOPO


Lo llevé al veterinario para comprobar que el “accidente” de mediados de Abril no fue más que una ligera indisposición y allí fue donde la encontré
Laia vive desde hace unas semanas en el edificio contiguo al mío con el que forma un ángulo de 90 grados, así que puedo decir que , de alguna forma , somos vecinos.
Desde su balcón al mío no deben haber más de veinte metros en línea recta y aunque a esa distancia sus rasgos comienzan a quedar difusos para mi cansada vista hubo algún detalle que inmediatamente me llamó la atención. No puedo decir que fuera su larga melena castaña, ni su juventud, ni tan siquiera el esbelto perfil que su ligera blusa dejaba traslucir, tal vez fue su forma de moverse, siempre en busca de la pose perfecta, como si decenas de paparazzi acecharan bajo su balcón. La primera vez que la vi mientras tendía al sol unas eternas sabanas de color morado, sentí la urgente necesidad de salir corriendo a comprarle rosas. Ante la imposibilidad de entregárselas sin riesgo de parecer el típico hombre incapaz de asumir su madurez decidí llenar mi terraza, ocupada hasta ese día de una vieja silla plegable y una pequeña mesa sedienta de barniz, de jardineras llenas de flores de todos los colores, como si de alguna forma pudiese embellecer el paisaje que Laia tenía a la vista cuando se quedaba ojeando sus revistas o ,simplemente, disfrutaba ensimismada, con los pies encima de la silla, de los primeros rayos de sol del mes de la primavera.

Ella acariciaba a su joven Huskie mientras yo la observaba con atención en la sala de espera del veterinario y gracias a la curiosidad de Topo pude iniciar una corta conversación compuesta por todos los tópicos sobre “ el perro y su mundo”, tema sobre el que yo rehuía hablar con los propietarios de los perros con los que coincidía en el “pipican” del barrio. Sus grandes ojos marrones siempre atentos y su perenne sonrisa ayudaban a resaltar un tono de voz tan grácil y seductor como sus movimientos.
No creo que tenga más de veinticinco años pero no me siento ridículo por haber caído ante sus encantos , no mientras ella no llegue a saberlo nunca .

No llegue a mancharme las manos por culpa de Topo pero tampoco me hubiese importado…


Un nuevo “genio precoz” proveniente de la cantera ocupa las portadas de los diarios deportivos. Yo espero a que los cracks consagrados hagan por fin su aparición.
A. Paragot