La mañana del pasado domingo, aprovechando que el frío no quería llegar, bajé al jardín que la comunidad de vecinos tiene en la parte posterior del edificio. No es un jardín muy grande y, aún en invierno , el sol alcanza, gracias al pasillo formado por un viejo edificio ya derruído aunque todavía no convertido en hotel de cinco estrellas ,hasta el último rincón.
Pensaba pasar un rato leyendo el periódico del día y algunos recortes atrasados de la última semana aunque seguramente, y esto me sucedía con frecuencia, acabaría dejando los papeles en un borde del banco y cerraría los ojos, con la sonrisa hacia el sol para poder sentir el impacto de cada uno de sus rayos apoderándose, una por una, de las arrugas que mi piel hace tiempo dejó de ocultar.
Esa era mi intención, pero allí estaba Pau.
Pau tiene once años aunque sus , todavía, enclenques huesos le hacen parecer algo menor. Pasa las tardes jugando en el jardín, muchas de ellas con los vecinos de su edad que no tienen que sufrir que el exceso de actividades programadas por los padres se meriende su infancia.
Pero muchos otros ratos los pasa solo, jugando con su balón , su Nintendo o, simplemente, sentado en un banco esperando que sea la hora de volver a casa.
A veces , cuando coincidimos , hablamos un rato. En las primeras ocasiones era yo el que le preguntaba cualquier cosa sin importancia, entonces el chiquillo respondía tímidamente con algún monosílabo y sonreía intentando ser amable. Poco a poco he ido conociendo a Pau, su carácter retraído hace difícil la comunicación pero después de unos meses he conseguido ganarme su confianza.
Hoy Pau estaba triste y se lo he dicho.No me ha respondido pero su sonrisa no ha podido ocultar la angustia que había en su mirada. Unos minutos más tarde, después de comentar el partido que jugaba el Barça por la tarde he conseguido que hablara...
Lo habían expulsado del equipo de baloncesto del colegio en el que hacía tres años que jugaba. No lo hacia muy bien , él lo sabía, y su cuerpo no ayudaba a destacar entre los demás , pero se divertía y perdía algunas horas que de otra forma hubiera debido matar en el jardín comunitario.
Me ha explicado que el entrenador, gritando fuera de si, lo había echado para siempre del equipo después de zancadillear a un compañero, durante un ejercicio en el último entrenamiento de la semana. Pau lo había hecho como un juego pero también porque ese chico le daba un codazo, también jugando me dijo el chaval, cada vez que pasaba por su lado.
Pau no contó, en un principio, nada a a sus padres , pero ya en la cena, viéndolo tan apagado insistieron. Pau explicó la historia. Su padre, enfurecido, dijo gritando, con los ojos fuera de órbita , que iría hablar con ese cabrón hijoputa que no sabía que se creía y que " a ver si tiene tantos cojones conmigo como con el niño" . Su madre también dijo algo pero con un tono apagado que no dejó a Pau comprender .
Entonces la criatura , preocupada por las consecuencias, le suplicó a su padre que no fuera , que no valía la pena que, en realidad no le gustaba mucho ir a básquet.
Sus padres le han dicho que no irán a hablar con el entrenador
Pero él no lo entiende.
Por la tarde el Barça ganó al Nàstic de Tarragona 3-0. Algún "listo" silbó al entrenador cuando decidió cambiar a Saviola.
A.Paragot
2 comentarios:
querido alpinista, echamos de menos una mayor regularidad en tu blog... un beso!
el conejo, che, está que se sale!
Hay cosas que cuesta contarlas...
voy poquito a poco, para que sufra menos la gramática...
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